26 may 2013

LA LOCURA DESDE LA PSICOLOGÍA


La locura como se entiende hoy nace en el siglo XVIII; se constituye con la creación del sujeto moderno, se rechaza la sinrazón, aparecen los hospitales psiquiátricos ocupando centros anteriores como las leproserías, que quedan desiertas; se encierra a los locos, los vagos, los maleantes... Los locos quedan excluidos del orden social, y luego la medicina centra su mirada en ellos sobre el supuesto de justificar el apartamiento de los locos, y el derecho también centra su discurso en ellos diciendo que tienen responsabilidad jurídica nula. En el presente, la locura y la razón han dejado de estar comunicadas, no tienen un lenguaje común.
La locura nace por motivos tanto teóricos como prácticos, afirma Foucault. Los teóricos suponen que se expulsa la locura del discurso, la razón moderna se constituye en razón ilustrada, fundada en un sujeto constituido basado en la razón. Antes había una comunicación entre la razón y la locura.


LA LEYENDA DEL MUELLE DE SAN BLAS



Un ejemplo de la locura de amor
Cuenta la gente de Nayarit, lugar donde se ubica el conocido “Muelle de San Blas” que hace aproximadamente unos 60 años, una mujer joven de alrededor de 17 años, vivía a las orillas del muelle y trabajaba en uno de los restaurantes para los marineros ubicado en dicho lugar.
Un día, llego un marinero extranjero de unos 20 años de edad, que trabaja en uno de los embarques de atún y salmón del muelle y conoció a esta jovencita, los dos vivieron un tórrido romance un tiempo, mientras el permaneció en el lugar, antes de zarpar hacia su viaje rumbo al norte de las aguas del pacifico.
El marinero prometió a la joven volver un día y casarse con ella. Ella bañada en lagrimas le juro por el mar que lo esperaría para casarse, ya que era su primer amor y estaba verdaderamente loca por el, por lo cual, cada domingo acudía al muelle de San Blas a esperarlo… pero su espera parecía ser eterna, ya que ningún barco a su amor le devolvía.
Pasaron muchos años, y ella siempre estaba en el muelle esperando muchas tardes a aquel marinero que la había enamorado locamente y que iba a regresar por ella para casarse. Pero esas esperas no fueron en balde, ya que la tristeza, la desesperación, la nostalgia y la soledad la fueron atrapando hasta el punto de enloquecerla… tanto fue así, que empezó a acudir al muelle vestida de novia y con un ramo de flores en las manos para esperar a su amado… mucha gente la veía y le llamaba la atención verla así, algunos la ignoraban, pero no falto el atrevido que le preguntara que porque estaba vestida de novia, a lo que ella respondía: “ Mi amado llega mañana y llega por el muelle…Yo le prometí esperarlo...... esperarlo con éste vestido, así me reconocerá”…. Y así fue como a partir de aquel entonces cada domingo se le veía aquella mujercita que con el paso de los años y como el tiempo no perdona, su pelo ya era blanco, su piel ya estaba endurecida y reseca por el sol, sus manos tenían marcas, ella ya había envejecido junto al mar y la gente la empezó a llamar “La loca del Muelle de San Blas”.
Dicen que su casa, que se encontraba arriba de unas rocas junto al muelle, estaba llena de fotos de aquel marinero desaparecido, así como también conservaba parte de su vestimenta de novia, una Biblia, un rosario y todo lo que ocuparía para la boda que soñó junto a aquel amor que la trastornó.
Un día, la gente al verla sola y llorar junto al muelle, pensaron que seria mejor que estuviera en un hospital para enfermos mentales, para que pudiera mitigar su dolor al salir de su locura, y así fue como una tarde del mes de abril, varias personas con trajes de médicos llegaron al muelle para trasladarla al manicomio, pero ella no lo permitió, alegando que ella pertenecía al mar, que su cuerpo y alma estaba enraizados en el mar y que nunca se separaría de el, porque ahí llegaría su amor por ella algún día y no se cansaría de esperarlo.
Nunca se supo si el marinero realmente la abandonó o murió en unos de los viajes que hacia junto al mar.
Nadie sabe si “La loca del Muelle de San Blas” tenía familia, amigos o alguna persona que se hiciera cargo de ella… nunca nadie tampoco supo como se llamaba. Se ganaba la vida barriendo las calles y pidiendo monedas a los turistas que llegaban al muelle… dicen que a cada persona que le daba algunas monedas les decía: “Mañana va a llegar, mi novio llegará al muelle y nos vamos a casar”. Mucha gente no entendía de que se trataban aquellas frases y solían ignorarlas, pero algunos otros le preguntaban que era lo que quería decir con eso y ella les contaba toda su historia y decía que era lo único que tenía grabado en la mente, que había olvidado todo hasta su nombre pero que nunca olvidaría algo y que por eso lo repetía constantemente : “Voy a esperar a mi amado, voy a cumplirle la promesa que le hice junto al mar, llevo este vestido para que me reconozca y aquí estaré siempre sola con mi espíritu en el Muelle de San Blas”. 

RAROS,HASTIADOS,MARGINALES Y TRANSGRESORES


Otra imagen sobre la locura son los trasgresores personas que realizan actos que flaquean un límite de las normas establecidas, van más allá de las costumbres establecidas por la sociedad, quebrantan leyes y normas de convivencia porque en su manera de vivir hacen cosas fuera de lo común
Hay gente que rechaza su presente, que son anacrónicos porque niegan las imposiciones y dictaduras de su tiempo, estas personas son los trasgresores, los raros, los marginales, los hastiados
Los trasgresores son personas que realizan actos que flaquean un límite de las normas establecidas, van más allá de las costumbres establecidas por la sociedad, quebrantan leyes y normas de convivencia porque en su manera de vivir hacen cosas fuera de lo común.

Los raros, son las personas que conocen bien los dictados, normas e imposiciones de su presente, por eso se apartan de ellas, de la norma, de lo usualmente aceptado, pero lo hacen apropósito, es una forma de poder criticar este presente que es un destino que se nos impone.
Los marginales, la diferencia entre ellos y los raros es que los raros viven de una manera singular e inusual pero se encuentran en el propio tiempo y los marginales viven al margen del tiempo, viven en la distancia, no desean participar con nada que tenga que ver con el presente, viven al límite del tiempo y luchan contra algunos elementos que conforman el presente.

Los hastiados son personas que les aburre y les cansa el presente que están viviendo, toman una actitud en donde todo les resulta conocido y ya nada les asombra, nada les llama la atención
Dentro de estas imágenes se encuentra Harry Haller personaje ficticio principal del libro “El Lobo Estepario” de Hermann Hesse.




Los amorosos Jaime Sabines






Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.




LOCAS MUJERES GABRIELA MISTRAL


ANTÍGONA
Me conocía el Ágora, la fuente
Dircea y hasta el mismo olivo sacro,
no la ruta de polvo y de pedrisco
ni el cielo helado que muerde la nuca
y befa el rostro de los perseguidos.
Y ahora el viento que huele a pesebres,
a sudor y a resuello de ganados,
es el amante que bate mi cuello
y ofende mis espaldas con su grito.
Iban en el estío a desposarme,
iba mi pecho a amamantar gemelos
como Cástor y Pólux, y mi carne
iba a entrar en el templo triplicada
y a dar al dios los himnos y la ofrenda.
Yo era Antígona, brote de Edipo,
y Edipo era la gloria de la Grecia.
Caminamos los tres: el blanquecino
y una caña cascada que lo afirma
por apartarle el alacrán... la víbora,
y el filudo pedrisco por cubrirle
los gestos de las rocas malhadadas.
Viejo Rey, donde ya no puedas háblame.
Voy a acabar por despojarte un pino
y hacerte lecho de esas hierbas locas.
Olvida, olvida, olvida, Padre y Rey:
los dioses dan, como flores mellizas,
poder y ruina, memoria y olvido.
Si no logras dormir, puedo cargarte
el cuerpo nuevo que llevas ahora
y parece de infante malhadado.
Duerme, sí, duerme, duerme, duerme, viejo Edipo,
y no cobres el día ni la noche.

LA CABELLUDA

Y vimos madurar violenta
a la vestida, a la tapada
y vestida de cabellera.
Y la amamos y la seguimos
y por amada se la cuenta.
 A la niña cabelluda
la volaban toda entera
sus madejas desatentadas
como el pasto de las praderas.
Pena de ojos asombrados,
pena de boca y risa abierta.
Por cabellos de bocanada,
de altos mástiles y de banderas.
Rostro ni voz ni edad tenía
sólo pulsos de llama violenta,
ardiendo recta o rastreando
como la zarza calenturienta.
En el abrazo nos miraba
y nos paraba de la sorpresa
el corazón. Cruzando el llano
a más viento más se crecía
la tentación de sofocar
o de abajar tamaña hoguera.
Y si ocurría que pararse
de repente en las sementeras,
se volvía no sé qué Arcángel
reverberando de su fuego.
Más confusión, absurdo y grito
verla dormida en donde fuera.
El largo fuego liso y quieto
no era retama ni era centella.
¿Qué sería ese río ardiendo
y bajo el fuego, qué hacía ella?
Detrás de su totoral
o carrizal, viva y burlesca,
existía sin mirarnos
como quien burla y quien husmea
sabiendo todo de nosotros,
pero sin darnos respuesta...
Mata de pastos nunca vista,
cómo la hacía sorda y ciega.
No recordamos, no le vimos
frente, ni espaldas, ni hombreras,
ni vestidos estrenados,
sólo las manos desesperadas
que ahuyentaban sus cabellos
partiéndose como mimbrera.
Una sola cosa de viva
y la misma cosa de muerta.
Galanes la cortejaban
por acercársela y tenerla
un momento separando
mano terca y llama en greñas,
y se dejaba sin dejarse,
verídica y embustera.
Al comer no se la veía
ni al tejer sus lanas sueltas.
Sus cóleras y sus gozos
se le quedaban tras esas rejas.
Era un cerrado capullo denso,
almendra apenas entreabierta.
Se quemaron unos trigales
en donde hacía la siesta;
y a los pinos chamuscaba
con sólo pasarles cerca.
Se le quemaron día a día
carne, huesos, y linfas frescas,
todo caía a sus pies,
pero no su cabellera.
Quisieron ponerla abajo,
apagarla con la tierra.
En una caja de cristales pusimos su rojo cometa.
Esas dulces quemaduras
que nos pintan como a cebras.
La calentura del estío,
lo dorado de nuestros ojos
o lo rojo de nuestra lengua.
Son los aniversarios
de los velorios y las fiestas,
de la niña entera y ardiente
que sigue ardiendo bajo la tierra.
Cuando ya nos acostemos
a su izquierda o a su diestra,
tal vez será arder siempre
brillar como red abierta,
y por ella no tener frío
aunque se muera nuestro planeta.

LA QUE AGUARDA

Antes del umbral y antes de la ruta,
aguardo, aguardo al que camina recto
y avanza recto mejor que agua y fuego.
Viene a causa de mí, viene por mí,
no por albergue ni por pan y vino,
a causa de que yo soy su alimento
y soy el vaso que él alza y apura.
Del bosque que lo envuelve en leño y trinos,
y sombras temblorosas que lo trepan,
se arranca, y viene, y llega sin soslayo,
porque lo trae mi rasgado grito.
Va pasando las torres que lo atajan
con sus filos de témpanos agudos
y llega, sin salmueras, de dos mares,
indemne como en forro y vaina de honda.
¡Y ahora ya la mano que lo alcanza
afirma su cintura en la carrera!

Y saben, sí, saben mi cuerpo y mi alma
que viene caminando por la raya
amoratada de mi propio grito,
sin enredarse en el fresno glorioso
ni relajarse en las densas arenas.
¡Cómo no ha de llegar si me lo traen
los elementos a los que fui dada!
El agua me lo alumbra en los hondones,
me lo apresura el fuego del poniente
y el viento loco lo aguija y apura.
Vilano o pizca ebria parecía;
apenas era y ya no voltijea,
nonadas de la niebla lo sorbían
desbaratando su juego de mástiles
y sus saltos de ciervo despeñado.
Del bosque que lo envuelve en sus rumores
se suelta y ya se viene sin soslayo.
Viene más puro que disco lanzado;
más recto vuela que albatros sediento
porque lo trae mi rasgado grito
y el grito mío no se le relaja
ciego y exacto como el alma llega.
Abre ya, parte, el matorral intruso
y todavía mi voz enlazada
con sus cabellos el paso le aviva.
Y al acercarse ya suelta su espalda;
libre lo deja y se apaga en su rostro.
Pero mi grito sólo sube recto,
su mano ya cae a mi puerta.

   

MUJERES LOCAS EN LA HISTORIA DE MÉXICO



La distinción de sexos se estableció con base en la naturaleza biológica de la mujer, la cual se caracterizaba por una serie de factores patógenos que la colocaba en un plano de inferioridad, psicológica y social, estigmatizándola como el ‘sexo débil’.
Analizar los discursos y las prácticas sobre la locura femenina significa adentrarnos al estudio de la ciencia y su relación con otras categorías de análisis como las de género, raza y clase; pues, la ciencia médica psiquiátrica contribuyó de manera directa a definir la posición social de cada uno de los sexos y de cada grupo social, con base en postulados científicos.

Ya que las patologías sociales sirvieron a las clases dirigentes y letradas de los regímenes del porfiriato y posrevolucionario para racionalizar su separación moral y racial de las clases bajas.
Ubicados historiográficamente en la denominada Nueva Historia de la Mujer, nuestro principal objetivo es escribir una historia de las mujeres en la que se haga visible la experiencia colectiva del sexo femenino en toda su complejidad. Lejos de limitarnos a la visión de las mujeres como las eternas víctimas del orden patriarcal, lo que buscamos es hacer una historia de las mujeres que nos permita entender el papel asignado a éstas a finales de siglo XIX y principios del XX; pero al mismo tiempo, ver la manera en que respondieron ante la visión que los médicos tenían de su sexo.
El Manicomio General de La Castañeda, nos permite conocer más sobre el entorno normativo y cotidiano en el que vivieron aquellas mujeres cuyos comportamientos fuera del orden moral y social, las llevó a ser clasificadas como locas. Aquéllas que rechazaron ,no sabemos si consciente o inconscientemente- el estereotipo femenino que las clases dominantes les imponían. Se trataba de mujeres en su mayoría pertenecientes a la clase baja, quienes trabajaban como domésticas, lavanderas, cocineras, costureras, prostitutas, etc.; la mayoría originarias del campo, y que había crecido en torno a una serie de valores muy distintos a los urbanos; de ahí sus actitudes y comportamiento fuera de las normas de conducta socialmente aceptadas. Ante ello,eran fácilmente catalogadas como criminales, locas o enfermas mentales, dentro de una sociedad y un régimen que mostraba evidentes divergencias entre las normas de conductas instituidas y la realidad social de éstas.

 En este sentido, el grado de representatividad de este tipo de mujeres es significativo, al tratarse de mujeres pertenecientes a las clases más desprotegidas, por su condición económica y social; siendo la miseria, la ignorancia, y su condición de migrantes; que junto a sus conductas transgresoras -muchas de ellas eran prostitutas, alcohólicas, insensatas, rebeldes e indisciplinadas-; las colocaba en una doble situación de marginación social; ya que no sólo rompían con las pautas de comportamientos propios de su género, sino con el programa de reforma social perseguido por el Estado.
 Hacer historia de las mujeres ya es un reto, pero descubrir la historia de las mujeres transgresoras de clase baja, es un doble reto ante la escasez de fuentes, pues cómo dejar registro o testimonio de aquellas mujeres que se alejaban del modelo imperante. Siendo las historias clínicas del Manicomio General de La Castañeda, una de las pocas fuentes en las que se dejó testimonio sobre una realidad aún poco estudiada, el de las mujeres que optaron por un patrón de conducta muy distinto al deber ser de la época, para mostrarnos a aquellas mujeres transgresoras que al traspasar los límites de la razón, fueron colocadas en el ámbito de la locura y la enfermedad.
Nos ubicamos en un contexto histórico en el que la ciudad vivió grandes transformaciones, entre ellas el proceso de urbanización - que junto al el crecimiento de población, el nacimiento dela industria y la aparición de una clase burguesa y un proletariado urbano-, llevaría al reforzamiento de las ideas de orden y paz enarboladas por el régimen de Porfirio Díaz como requisitos previos para el progreso. De este modo, el Estado y algunos profesionales de la medicina cercanos a la política, buscaron afanosamente transformar al país en un espacio sano, cómodo y limpio, y a sus habitantes en individuos saludables, disciplinados, trabajadores y fieles a la nación.
Durante el porfiriato se crearon más de quince sociedades científicas en las que se reunieron estudiosos de diversas especialidades; se fundaron los dos primeros institutos dedicados a la investigación: el Instituto Médico Nacional (1888), y el Instituto Geológico (1891). Junto al fortalecimiento de las instituciones médicas se fue dando la proliferación de revistas científicas  relacionadas con alguna rama de la medicina, lo cual apuntaba hacia el hecho de que los profesionales de la medicina se encontraban en un proceso mediante el cual pretendían monopolizar su práctica médica. Es importante subrayar que algunos de los médicos con mayor prestigio durante el porfiriato mantenían estrechas ligas con el poder político, tal y como lo ilustra el caso del doctor Eduardo Liceaga, presidente del Consejo Superior de Salubridad, y médico de cabecera de Porfirio Díaz.
Durante esos mismo años algunos actores de la profesión médica llegaron a ocupar un lugar de primera importancia en el diseño y ejecución de los planes y proyectos gubernamentales para fomentar e impulsar el desarrollo nacional, la participación de médicos e higienistas en la plantación, construcción y supervisión de grandes obras de infraestructura sanitaria como, por ejemplo, el desagüe del valle de la ciudad de México; la redacción y emisión del primer Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos (1889), así como la creciente importancia que adquirieron los hospitales, centros de atención médica, y los laboratorios, son tan sólo algunos factores que es preciso tomar en cuenta.
El mayor peligro para la salud y para la estabilidad del orden social radicaba en los hábitos y costumbres de aquéllos que no cumplían con el ideal de ciudadano, los integrantes de la clase pobre y marginada, quienes eran vistos como portadores de todo tipo de gérmenes biológicos y sociales. Por ello, representaban un peligro para el resto de la población y la futura nación, de modo que era necesario educarlos, curarlos física y moralmente, civilizarlos mediante su integración a los valores y prácticas del progreso.
Después de la revolución de 1910 y el derrocamiento de la dictadura, se vivió un ambiente de anarquía y violencia, de modo que los gobiernos posrevolucionarios reforzaron las medidas adoptadas en el porfiriato, mediante patrones de normalidad y de uniformidad avalados por la medicina, la antropología, la criminología y la demografía.

En este sentido, en México la higiene física y moral tuvo un papel importante durante el porfiriato y continuó al terminar la fase armada del conflicto revolucionario. El espacio ocupado por la higiene se amplió al considerársele no sólo como un instrumento para mejorar las condiciones sanitarias y la salud física de la población sino también como un medio para combatir todos aquellos males considerados como ³patologías sociales´, entre ellos: la pobreza, la vagancia,las enfermedades físicas y mentales, la prostitución, el alcoholismo, etc.
En este contexto, La Castañeda fue uno de los escenarios de exclusión y reclusión de aquellas clases peligrosas e incómodas; en este sentido, su historia representa una cierta visión estatista compartida por los regímenes pre y posrevolucionarios, que es sólo uno de varios hilos de continuidad a través de lo que hemos solido considerar el enorme cisma social, cultural y político de 1910-1925
El control femenino
Desde el periodo colonial se fueron creando instituciones y regulando prácticas sociales asociadas a la vigilancia y castigo de los comportamientos que trasgredían el tipo de orden social imperante. Entre éstas queremos destacar, aquéllas encargadas de vigilar y controlar el comportamiento femenino. Los hospitales para mujeres en la época Colonia, jugaron un papel fundamental como un espacio de asilamiento y castigo de aquéllas mujeres que sufrían algún problema venéreo o mental, con la finalidad de evitar el contagio no sólo físico sino social, o que vagaran por las calles, ya esto suponía una falta a la moral y mal ejemplo a los demás. En este sentido el nosocomio colonial fundado y manejado por órdenes religiosas, fungió más que una institución médica o sanitaria, como un espacio de refugio y cárcel, al tener la obligatoriedad de vigilar la conducta enfermiza´ femenina. El hospital colonial operaba bajo principios caritativos, fungía como un hospicio para aquéllas mujeres ³desamparadas´ que no tenían ni donde morir a bien; de ahí que, desde el siglo XVIII, hubiesen surgido los recogimientos como instituciones de corrección para mujeres delincuentes. Éstas al traspasar el ideal femenino de la época, eran castigadas bajo el discurso de la piedad y el amor; en estos lugares se les proporcionaban los medios para arrepentirse de la vida disoluta y pecaminosa que habían llevado, para iniciar una nueva de devoción y penitencia.


Para mediados del siglo XIX los hospitales para mujeres adquieren un carácter científico, al convertirse en laboratorios de la práctica clínica y la enfermedad; en los cuales las mujeres  recibirían tratamiento y curación; pero no por ello dejarían su carácter de prisión. En esta nueva concepción y con la preeminencia de nuevos actores -doctores, higienistas y legisladores podemos ver el lugar social que jugaría la medicina, la cual más allá de sus intenciones curativas, predomina su tradicional papel en el reforzamiento del orden y la moral.
En este sentido, desde una postura cientificista se articularon una serie de conocimientos y leyes biológicas para crear un "utillaje" normativo hacia los comportamientos masculinos y femeninos, y que el discurso hegemónico liberal hizo suyos para justificar el lugar social de la mujer en los roles del matrimonio, la familia y el hogar.
Desde los siglos XVII y XVIII los espacios femeninos por excelencia fueron los del encierro y reclutamiento del hogar, en el mejor de los casos; y para las transgresoras y  desamparadas los conventos, hospitales, hospicios y casa de recogidas. Estos establecimientos fueron evolucionando a través del siglo XIX hasta convertirse en instituciones correctivas de carácter laico y científico´.
El encierro de las mujeres transgresoras no es un hecho nuevo, tiene sus orígenes  en los siglos XVII y XVIII. Para los siglos XIX y XX sólo cambian las bases conceptuales que legitiman el encierro, en un contexto epistemológico en el que la ciencia y la razón proporcionaron los elementos al nuevo discurso normativo, a través de la medicina científica clínica, la terapéutica que promete curación. Pero finalmente, ambas versiones históricas representan el encierro como el castigo a los que desobedecen; en la moderna, la pobreza y la transgresión siguieron siendo las principales causas del internamiento correctivo.

El concepto de locura en el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha



Don Quijote enloquece después de haber leído demasiadas novelas de caballería. Adopta un nuevo nombre, decide enamorarse de Dulcinea de Toboso, a la que nunca ha visto, y sale de casa en busca de aventuras con su escudero Sancho Panza para mejorar el mundo. Se considera un caballero andante, siguiendo el modelo del Rey Arturo de Inglaterra, de Amadís de Gaula y de muchos otros. La caballería es una religión para don Quijote. Traba batallas que no son necesarias, sale molido de ellas, y ve la realidad de forma diferente, como si estuviera bajo un encantamiento, pues o no ve lo real o piensa otra cosa. Don Quijote, aunque enloquecido, es un hombre de bien; no le gusta el mundo así como es y lo quiere mejorar, así que no importa que sus batallas resulten siempre mal. Sancho dijo de él:
[3]"era un pobre caballero encantado, que no había hecho mal a nadie en todos los días de su vida."

Su enloquecimiento proviene también de la tristeza provocada por la ausencia de su "princesa", Dulcinea de Toboso: él está loco de amor. Se le llama "El Caballero de la Triste Figura" lo que dice mucho de su género de locura y nos hace relacionarlo con la melancolía.
Su enloquecimiento es inocente, no es peligroso, excepto para él mismo.
Cuando don Quijote acepta su locura y se identifica con el papel de caballero andante, es capaz de pensar de forma realista dentro de esta personalidad adoptada.
Un loco, en muchos casos, se fija en las cosas que los otros no ven o no quieren ver. Los niños y los locos dicen siempre la verdad:
(Polonio dice de Hamlet)
¡Con qué agudeza responde siempre! Estos golpes felices son frecuentes en la locura, cuando en el estado de razón y salud tal vez no se logran.
A un loco se le perdonan reacciones y palabras duras que no se perdonarían a una persona cuerda. Y así, la locura en literatura sirve también para exponer con libertad las opiniones críticas sin miedo a la censura. Y efectivamente, Cervantes, Shakespeare, don Quijote y lo hace. Y lo hace muy bien.

Juana la Loca


Infancia y adolescencia
Juana nació el 4 de noviembre de 1479 en la ciudad visigoda de Toledo. Sus padres, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, católicos fanáticos, le dieron una educación estrictamente religiosa,
aunque también dominaba el arte de la danza, era una excelente amazona, hablaba varias lenguas romances de la península ibérica y dialogaba fluidamente en francés y latín. Además, Juana era una hermosa jovencita, Las crónicas no registran trastornos de conducta durante la adolescencia
de la vivaz infanta, aunque hay citas de que solía transitar por episodios de euforia seguidos de depresión. Algunas cartas de su madre también señalan ciertos signos de inestabilidad mental. Fuera de esa escueta información sobre cierta conducta negativa, nadie por entonces suponía el trágico futuro que esperaba a la princesa.

Casamiento con Felipe el Hermoso y vida matrimonial
En la nobleza, los enlaces matrimoniales siempre fueron arreglos políticos de mutua conveniencia. Otro objetivo era mostrarles a los consuegros y al resto de Europa el poderío y la abundancia de la monarquía española. Los Reyes Católicos evaluaron cuidadosamente ambos aspectos. Unieron la casa de Habsburgo con la de España concertando el casamiento de Juana con el príncipe Felipe II, llamado “el hermoso” por su apostura, hijo de Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano que, como diría siglos después Voltaire, no era ni sacro, ni imperio, ni romano. Maximiliano estaba financieramente quebrado, pero su título de “Rey de los romanos” daba lustre. Con este enlace, Fernando e Isabel incorporarían a
Flandes a su creciente imperio. Juana se embarcó en las costas de Laredo en Cantabria y partió hacia Flandes con una flota. Los novios se encontraron en Lille e inmediatamente Felipe quedó prendado de la belleza de Juana y ésta de su prometido. En un gesto no bien recibido por ambas comitivas, Felipe exigió que se consagrara el matrimonio de inmediato y, no bien terminada la breve ceremonia, Juana y Felipe casi corriendo y de la mano se refugiaron en una tienda para consumar la unión tan ardientemente deseada. Era el 21 de octubre de 1495, día en que Juana, a los 16 años, descubrió el amor, que sería para ella fuente del más.
Doña Juana la Loca
Francisco Pradilla Ortiz.
(1877)
Óleo sobre lienzo.
340 x 500 cm
Museo del Prado,
Madrid.

arrebatado placer y del más tremendo dolor y también, según arriesgan los estudiosos del tema, el factor desencadenante de su locura. Con el transcurso del tiempo, la vida matrimonial devino en pesadilla, en parte, porque Felipe comenzó a entretenerse con bellas damas de la corte. Juana tomó medidas drásticas, le cortó el pelo al rape a una de las favoritas y lo puso en la almohada de Felipe, cambió sus doncellas por mujeres nada atractivas y recurrió apciones mágicas para recuperar a su amado. Juana vigilaba y espiaba a Felipe día y noche, lo que tornaba insostenible una relación conyugal estable.
Estos celos patológicos adquirieron ribetes extremos, a tal punto que ya con los dolores del parto del segundo embarazo, no quiso ausentarse de una fiesta de palacio para poder controlar a Felipe. Cuando los dolores se hicieron insoportables, abandonó el salón y se refugió en un cuarto acondicionado como retrete. Allí, sin más cuna que el duro suelo, nació el que llegaría a ser el hombre más poderoso de la tierra: Carlos I de España y V de Alemania, señor de dos mundos. La locura de Juana no afectó su fertilidad y tuvo seis hijos.
Estando el matrimonio en España, Felipe súbitamente decidió regresar a Flandes, y Juana se trastornó totalmente: no comía, lloraba sin consuelo y un día de invierno salió del castillo y gritó durante 36 horas ante las murallas. Fue en ese momento que comenzaron a llamarla “la loca”. El 25 de septiembre de 1506, Felipe murió súbitamente de fiebre tifoidea en Burgos y, de acuerdo con sus deseos, fue trasladado a Granada, lo que dio lugar al interminable cortejo fúnebre con el que comenzamos esta historia. El padre de Juana, Fernando, retomó
la regencia hasta la mayoría de edad de su nieto Carlos, mientras la reina fue confinada a un castillo en Tordesillas donde terminó el resto de sus días

http://www.ect-ediciones.com/libros-flor/salu/files/publication.pdf

Frases de amor con locura


No ha habido hombre de genio
extraordinario sin
mezcla de locura.
Séneca

No hay genio sin un
grano de locura.
Aristóteles

Para obtener éxito en el
mundo hay que parecer
loco y ser sabio.
Charles de Montesquieu

Sólo un loco celebra
que cumple años.
George Bernard Shaw

Las únicas personas que
me agradan son las que
están locas:
locas por vivir,
locas por hablar,
locas por ser salvadas.
Jack Kerouac

La ciencia no nos ha
enseñado aún si la locura
es o no lo más sublime
de la inteligencia.
Edgar Allan Poe

La única diferencia
entre un loco y yo,
es que yo no estoy loco.
Dalí

El sabio es quien quiere
asomar su cabeza al cielo;
y el loco es quien quiere
meter el cielo en su cabeza.
Chesterton

Prefiero una locura que
me entusiasme a una verdad
que me abata.
Christoph M. Wieland


Siempre hay un poco de 
locura en el amor, pero 
siempre hay un poco de 
razón en la locura.

Friedrich Nietzsche



No hay loco de quien 
algo no pueda aprender 
el cuerdo.
Calderón de la Barca



Hay un placer en la locura 
que sólo los locos conocen.
John Dryden



Si el loco persistiese en 
su locura se volvería sabio.
William Blake



Cuando todo el mundo está loco, 
ser cuerdo es una locura. 
Paul Samuelson



El loco se cree cuerdo, 
mientras que el cuerdo 
reconoce que no es sino un loco.
Shakespeare



Loco es el hombre que 
ha perdido todo menos la razón.
Gilbert K. Chesterton



Sé loco cuando la 
ocasión te lo reclame.
Catón



Si la gente nos oyera 
los pensamientos, pocos 
escaparíamos de estar 
encerrados por locos.
Jacinto Benavente



La sensatez no conviene 
en todas las ocasiones; 
a veces hay que ser un 
poco loco con los locos.
Menandro



En verdad, si no fuera 
por la música, habría 
más razones para volverse loco. 
Piotr Ilich Tchaikovski



Todos nacemos locos. 
Algunos siguen siéndolo 
toda la vida.
Samuel Beckett



Una vez al año es 
lícito hacer locuras.
San Agustín

La locura entendida como pasión o ilusión



La locura en la edad media aparece unida al amor, en la literatura se pelean para saber cuál de los dos es primero, cuál de los dos hace posible al otro.
¿Quién no ha cometido una locura por amor? ¿Quién no se ha apasionado o ilusionado por algo o alguien?
Un ejemplo sobre esta cara de la locura lo podemos ver en la obra de Romeo y Julieta de Shakespeare.
Romeo y Julieta  prueba la ya vieja verdad de que el verdadero gran amor es el amor imposible. Julieta es impulsada al matrimonio con Paris, un joven noble y de fortuna. Pero ante este destino se interpone Romeo, quien desencadenará la tragedia, y por lo tanto, el amor; o a la inversa, que en literatura casi son lo mismo tragedia y amor: recordar a Heathcliff y Cathy, a Efraín y María y a una cauda interminable de amores desventurados.
Es la belleza de Julieta la que enamora a Romero. Platón, en El simposio señala que en el camino ascendente hacia el amor, el hombre se ve atraído primero por lo exterior, y gradualmente se va elevando hacia otras esferas. Es por lo tanto, primero un encantamiento, un sojuzgamiento que la persona amada ejerce hacia el amado. Luego, con la interposición de obstáculos, el amor crece, como sucede en la leyenda de Tristán e Isolda: el amor cuanto más imposible, más se magnifica.
 Los enamorados  son pintados por  Shakespeare como entidades duales: son santos y son demonios. La dualidad: he ahí uno de los secretos más grandes del amor.
 Se inicia el juego del amor en el que el concepto de pecado se invierte. Gracias al pecado de haberle rozado la mano, Romeo se permite besar a Julieta. Y para borrar ese pecado, ahora será Julieta la que pida un beso.
            Los griegos llamaban al enamoramiento "una especie da rabia o locura". Shakespeare sin duda conocía los textos de los filósofos que lo precedieron.

     "El loco de amor es como un idiota, que corre de acá para allá para meter su juguete en un agujero", dice Mercucio, amigo de Romeo, que presenta la otra faceta del amor: un simple subterfugio que oculta que el precio de todo se reduce a la compra de la carne. Romeo no es tan casto como podría pensarse ni Julieta tan puritana como algunos quieren interpretar. Romeo quiere solución inmmediata, pago pronto a las urgencias del amor; Julieta quiere someterse al rito religioso y a los subterfugios de cuerpo y alma. Romeo es prototipicamente hombre y Julieta esencialmente hembra. Shakespeare, profundo conocedor de la naturaleza humana y gran ironista, utiliza a Mercucio para jugar con el concepto de amor, que enloquece a los hombres y los pone inquietos, hasta que el amor se consuma de una forma puramente fisiológica: metiendo el juguete en un agujero. Mucho se le ha reprochado al autor esta tendencia, frecuente en sus obras, a recurrir a palabras fuertes, a conceptos que aunque ruboricen y escandalicen a los pudibundos, resultan para espíritus alados ser estrictamente reales. Hay que recordar que el teatro de Shakespeare se escenificó fuera de las murallas de Londres, para esquivar los embates de la censura municipal, dominada por los puritanos y que sus espectadores eran gente basta, que exigía diversión e incluso realismo truculento. Era, por lo tanto, un teatro fuerte, atrevido, que disfrutaba criticando y haciendo uso de las debilidades humanas.





¿GENIOS O LOCOS?



Genialidad y locura son dos palabras paralelas, dos estados emparentados, corren juntos hacia puntos imprecisos, hacia metas inconcebibles cuando se desprenden de su ignoto e invisible aposento, para cada una, desde la cima o el abismo, crear o destruir. Los genios pueden estar locos, pero no necesariamente los locos son genios.
¿De dónde procede esta energía que enerva la capacidad cognitiva y la sensibilidad creadora? ¿Qué extraño numen se apodera del espíritu del artista o del científico para conducirlo por caminos, a veces tortuosos y sombríos, por donde nadie ha transitado anteriormente?
La conducta excéntrica, las estrafalarias expresiones de los genios o individuos con personalidades creadoras motiva cierta desconfianza entre los integrantes de la masa. Algunas consideraciones sobre su comportamiento han permitido establecer ciertos patrones para a partir de los cuales intentar una definición, una gradación, pero el genio con su carga de locura a cuestas, está más allá de las enunciaciones.
Al parecer la desestabilización se desliza con cierta holgura y solvencia entre aquellos que se dedican a las actividades literarias, según la opinión del psiquiatra y antropólogo francés Philippe Brenot en su libro El Genio y la Locura.
Destaca además del especialista la inclinación hacia esos estados extremos de los pintores, cuya aproximación al universo fantástico de los colores y las formas, socavan algo de su nivel medio de cordura.
Cita Brenot a André Maurois en su libro Tierra de Promisión cuando hace decir a unos de sus personajes, abordado por el psiquiatra en una sesión, “Entonces, doctor, ¿según usted todos los novelistas, hombres y mujeres, son unos neuróticos”? El facultativo le responde en el siguiente tenor: “Para ser más exactos, todos serían unos neuróticos si no fueran novelistas… La neurosis hace al artista y el arte cura la neurosis”.
Ya desde los tiempos antiguos, Aristóteles por ejemplo, se decía que el hombre genial es atrapado por las garras de la melancolía, desgarran su ser con el tóxico perfume de la tristeza, de la sumisión al pesimismo y al abandono.
El sabio griego se ha preguntado con frecuencia por qué los hombres (y agregó yo mujeres) excepcionales, de talento, de genio son atacados por la melancolía. A esta idea se acercó también Diderot al considerar a los individuos brillantes unos descentrados, excéntricos, inestables y obsesionados por su obra, muy cercanos, asomados casi a los balcones de la locura.
¿Es entonces la genialidad un acercamiento a los efluvios divinos o a las íntimas pulsiones de un cosmos inconcebible, vasto y eterno? ¿Es una forma de delirio, de encuentro con las fuerzas primigenias de la creación?
En el aspecto patológico más mundano debemos recordar los males que aquejaron a los grandes personajes, como por ejemplo: la nefritis padecida por Mozart, el reuma de Cristóbal Colón, la ceguera de John Milton, los vértigos de Lucero, la dermatosis de Oscar Wilde, el parkinson de Hitler, el asma de Séneca, la anorexia de Kafka, la epilepsia de Dostoyevski, la hidropesía de Cervantes, el alzheimer de Swift y la dislexia de Charles Dickens.
Individuos de esta talla, de este nivel padecieron como cualquier otro de males comunes a la masa humana. Sus cuerpos eran asaetados por la virulencia de la decadencia de sus organismos, quizás acosados por la intensa vibración de sus cerebros y la desestabilización de su alma, pero igual que un carbonero o un funcionario, se derrumbaban por la pesada carga de dolencias.
Sin embargo, nada de esto puede delinear el alcance de la obra de cada uno de ellos. Sus vidas, disímiles y en algunas ocasiones antagónicas, lograron dejar una impronta indeleble. Múltiples dispositivos debieron ser eslabonados por fuerzas más allá del conocimiento de la plebe, allende los horizontes celestes donde nacen las estrellas y se desencadenan las galaxias.
Ninguna de las obras de los ejemplos arriba mencionados puede explicar la procedencia del genio porque el edificio de su inteligencia ha sido estructurado con materia desconocida, con ladrillos de densidad ignota.
Tal vez los trastornos del humor inoculen elementos de combustión que movilicen la creatividad. Es un misterio al que ha podido acercarse la psiquiatría y el psicoanálisis. Sus asociaciones, sus actos, sus olvidos, sus descuidos pueden esconder un lenguaje secreto con el que se puede comunicar con las distantes nebulosas para explicarles los signos que un cangrejo deja sobre la arena.
Los genios son locos, según se animan a decir algunos, pero también son poetas, magos, profetas, pintores, inventores, músicos, políticos, aventureros, escritores. Reconocemos en personajes como Van Gogh, Nietzche, Hemingway, Poe, Mozart y tantos otros la opacidad de la alienación, pero también la chispa de la agudeza y la originalidad.
¿Alguno de los mencionados en el párrafo anterior escapó indemne de la existencia material? ¿Acaso nos es desconocida la psicosis de Vang Gogh, la paranoia de Hemingway, la neurosis de Poe, los trastornos bipolares de Mozart?
Entonces, parece ser que la intuición de Aristóteles se encuentra cerca de la explicación, porque a todo genio le es afín una excentricidad, pero también un padecimiento espiritual, una disociación de aquellos que las menos complejas criaturas llamamos normalidad.
Al reflexionar sobre los escritores podríamos encontrar algunas condiciones que identifican su nivel de evasión. Muchos utilizan seudónimos (Pablo Neruda, George Sand, Anatole France, Gabriela Mistral y muchos otros). Con ellos se identifican con un summun ego, dejando atrás el cascarón de un yo contaminado por las terrestres influencias. El escritor se alumbra a si mismo a partir del lenguaje, de su relación con este complejo sistema de signos de comunicación y encuentra en el seudónimo una forma de ser su propio progenitor, su propio origen, su creador.
¿Será la literatura algo prohibido para los seres comunes y corrientes, será una especie de arcón misterioso donde se esconden las tenebrosas vibraciones de la malignidad y las esplendentes formas de lo arcangélico?
Nos atendremos a las críticas que sobre este texto se abalancen. No obstante, los hechos demuestran la locura de los genios, más no así la genialidad de los locos.


¡Nos hacen falta locos! ¡Dios mío! Envíanos algunos locos, de aquellos que se comprometen a fondo, de aquellos que se olvidan de sí mismos, de aquellos que saben amar con fuerza y no con palabras, de aquellos que se entregan verdaderamente de cuerpo y alma. Nos hacen falta locos, desafinados, apasionados, personas capaces de dar el salto en el vacío inseguro, cuando alguien o algo los motiva, aquellos que saben aceptar la masa anónima, aquellos que no utilizan para su servicio al prójimo, aquellos que acompañan e inspiran a los cuerdos... Nos hacen falta locos, ¡Dios mío..! Locos en el presente, enamorados de una forma de vida sencilla, enamorados del amor, liberadores de angustias, amantes de la paz, libres de compromisos, decididos a no hacer nunca exclusión, despreciando su propia comodidad, o su vida, capaces de aceptar toda clase de desafíos, al mismo tiempo libres y obedientes, espontáneos y tenaces, alegres, dulces y fuertes, y en busca de los sueños que desean hacer realidad… Publicado por lacandela.com

LAS MEJORES PELÍCULAS DE LOCOS


                           ATRAPADO SIN SALIDA













EL RESPLANDOR

LA NAVE DE LOS LOCOS


FRASES CELEBRES


Las locuras que más se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad.
Helen Rowland (1875-1950) Periodista y humorista estadounidense.
Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás.
Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense.
En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón.
Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filosofo alemán.
La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia.
Edgar Allan Poe (1809-1849) Escritor estadounidense.
La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma.
Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.
La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.
Heinrich Heine (1797-1856) Poeta alemán.
Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios.
Carlo Dossi (1849-1910) Escritor italiano.
¡Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco!
Vicente Huidobro (1893-1948) Poeta chileno.
Todos son locos, pero el que analiza su locura, es llamado filósofo.
Ambrose Bierce (1842-1914) Escritor estadounidense.
Una vez al año es lícito hacer locuras.
San Agustín (354-430) Obispo y filósofo.